LA QUENA INCA, EL FRUTO DE UN AMOR PERDIDO
La Leyenda de Manchay Puytu
Además de crónicas históricas, existen también varias leyendas que hablan sobre su origen. Una de ellas, quizá la mas popular, es conocida como La Leyenda de Manchay Puytu. Esta cuenta que a mediados del siglo XVIII, un joven indígena de apellido Camporeal, originario de la provincia boliviana de Chayanta, al convertirse en sacerdote, se le puso a cargo de una parroquia donde conoció a una joven de la cual se enamoró.
Evidentemente, esta era una relación prohibida, pero ninguno de los habitantes del pueblo se atrevía a hacer nada al respecto, después de todo, el joven cura era bondadoso y se había ganado el respeto de todos. Por lo contrario, a la joven la veian como la culpable, quien hizo caer al sacerdote en el pecado.
En cierta ocasión, el cura fue llamado a Lima para cumplir con ciertas tareas. Al irse él, los pobladores aprovecharon su ausencia para expresar su repudio hacia la muchacha, a quien persiguieron sin piedad.
Al regresar el cura y enterarse del terrible hecho, cuenta la leyenda, perdió la cordura y se volvió loco. Su amor era tal, que una noche, decidió desenterrar el cuerpo de su amada, tomo una tibia y con ella, hizo una quena. El relato quechua original dice lo siguiente:
... Quiero algo de ella. He de arrancarle un hueso
Y lo tendré en mi seno tal si fuera ella misma
El se ha de convertir en Quena entre mis manos
Y ha de llorar mis propias lágrimas.
Desde la eternidad,
Desde el origen de la luz,
¿Es tal vez ella quien me está llamando?
No, ¡es tan sólo el lamento de mi Quena!
Dicen que el joven andaba errante por las distintas comarcas, y que, cuando se encontraba con un cántaro, colocaba la quena y entonaba una triste melodía, a la cual se conoce como Manchay Puytu, en memoria de ella.
Tras su muerte, la Iglesia quiso borrar todo indicio de este amor prohibido y mandó quemar todas sus pertenencias. Además, advirtió que todo aquel que usara este instrumento o tocara aquella melodía sería excomulgado.
Pero nada pudo detenera aquellos que conocieron de cerca la historia de aquella relación desventurada, la cual fue pasada de generación en generación por los andinos. Fue así como nació la quena, cuyo canto, dicen, es el triste lamento de aquel joven enamorado por su amor perdido.
Según la leyenda, algunos tocan su quena dentro de unos cántaros o vasijas, como lo hizo el joven del relato. Estas vasijas tiene tres aperturas, una de mayor tamaño, en la parte superior, y dos situadas en ambos lados del propio cuerpo del cántaro. Esto lo hacen para "abrigar" a la quena y al sonido que produce.
Para tocar la quena utilizando esta técnica, los Pinkullu Kamayoj (flautistas, en quechua) la insertan por la apertura superior. Luego meten sus manos por los orificios laterales del cántaro, lo cual les permite sujetar y tocar el instrumento con facilidad.
Otra peculiaridad de este método es que el sonido que se produce es algo distinto al que se obtiene cuando se toca de la manera usual, pues al fondo del cántaro, los flautistas colocan una cantidad de agua que, de alguna forma, amortigua la vibración del sonido.
Otros creen que el sonido de la quena es el lamento de los Incas, quienes a través de él, llaman a su pueblo a reconstruir su imperio.